Tenía que coger un avión que salía el sábado a las cuatro y media de la mañana desde Barcelona. Iba a estar fuera unos ocho o nueve meses y como mi amiga Ester vivía allí, convencí a mi hermana Sandra a que me acompañara en coche y así pasábamos allí el día.
-Vale- dijo Sandra- así luego te llevamos al aeropuerto.
Llegamos a Barcelona el sábado por la mañana, fuimos a casa de Ester, comimos allí y luego fuimos a dar una vuelta.
A eso de las cinco de la tarde nos encontramos de repente delante de la cocktelería Boadas, de la que yo no había oído hablar nunca hasta ese momento.
- Venga- dije- que os invito a un cocktail como despedida.
Mi oferta fue gratamente aceptada.
Parecía que el tiempo se había olvidado de pasar por la Boadas, la luz era distinta, el aire, el olor, la gente…
Pedí tres cocketeles. Estaba bueno, era un Cocktail Boadas, el de la casa. Después de ese pedimos otro, como no había ninguna lista de cockteles a la vista tuvimos que recurrir a los que conocíamos. Cuando acabamos el segundo ya estábamos bastante animadillas. Pedimos otro y otro y otro y el bar se fue llenando de gente.
Nos habíamos quedado sin nombres de cockteles así que tuvimos que seguir otro criterio.
- Ahora póngame uno azul- dijo Sandra
- A mi uno rojo- añadió Ester
Yo no recuerdo qué color pedí, la verdad
Seguía entrando y saliendo gente. Llegó un sueco y se puso a hablar y a beber con nosotras. Nos dio un par de nombres de cockteles más
- Oiga- le dije a un hombre que había a mi izquierda - ¿está bueno su cocktail?- le pregunté
- Sí- me dijo sonriendo
- ¿Me deja probarlo?
- Sí, claro- contestó para mi sorpresa
- Mmmhmm. Pues sí que está bueno. ¿Y éste cómo se llama?- añadí
Me dijo el nombre y se lo pedí al camarero.
- Oiga- pregunté al camarero- ¿no tendrán galletitas saladas de esas con forma de pez?
- No, no tenemos- contestó secamente.
Así que ahí estábamos con una borrachera tremenda.
De repente llegó una señora muy elegante a la que todos saludaban. Se metió detrás de la barra y se puso a hacer cockteles con mucho arte.
Al rato salió y vino hacia la esquinilla que habíamos ocupado. Resultó ser Maria Dolors Boadas. Y ahí estuvo contándonos miles de historias de las gentes que habían pasado por allí, de su infancia, sus recuerdos… “Yo soy la mujer del blanco lunar de Vázquez Montalbán” dijo.
A las dos de la mañana salíamos de allí. Creo que no hace falta hablar de las condiciones en las que nos encontrábamos. Y tampoco de lo que tuvimos que pagar.
Sandra y Ester querían ir a tomar algo más. Yo dije que me retiraba, me esperaban unas cuantas horas de avión y quería ir a casa a relajarme un rato. Y eso hice.
Estaba ya en casa de Ester, tirada en el sofá, tapada con una manta, cuando de repente un sonido de guitarra rumbeando me despertó de sopetón. Abrí los ojos y allí estaban Sandra, Ester, el sueco, un gitano con una guitarra y el primo del gitano tocando palmas y canturreando “Ay que se nos va la Mari, ay que se nos va…” Eran las tres de la mañana.
Cuando vi el panorama dije
- Chicas, que me cojo un taxi, que no pasa nada
- No, no- dijo Sandra – que te llevo Mari
- Vas como una cuba - dije- porque yo voy como una cuba y tú has bebido más
- Que no pasa nada, que voy bien para conducir- contestó
Rumba pa´ki rumba pa´lla… cantaban
-¡Qué coño!- dijo Sandra- ¡vamos todos al aeropuerto, yo conduzco!
- No- dije moviendo el dedo – ni de coña, cómo coño vamos a ir todos al aeropuerto. Que me voy en taxi y ya está
El gitano seguía cantando, el sueco tocando palmas, el primo miraba con cara de tonto y Ester bailaba la tonadilla.
Yo ya me estaba poniendo de mala hostia.
- Mari, Mari- decía Ester – que te acompañamos mujer, cómo vas a ir tú sola
- Pues tenemos que irnos ya- dije
- Venga vamos pues- dijo Sandra poniéndose de pie
- ¿Y éstos?- dije señalando a los tres tenores
- Vosotros nos esperáis aquí- dijo Ester
- Pero, ¿los vas a dejar aquí?- pregunté
- No pasa nada, es un momento – dijo
Yo ya pasé olímpicamente de intentar hacerlas entrar en razón y como no me quería poner de más mala hostia sólo dije
- Bueno, pues vamos
Mientras bajábamos las escaleras Ester se cayó 3 veces. A la segunda la dejé pasar delante.
- Anda, pasa tú, porque te me vas a caer encima- dije
Cogimos el coche.
Sandra conducía, Ester iba detrás cantando Dancing Queen de Abba, tiene cojones, a volumen brutal y encima inventándose la letra porque no habla inglés y yo de copiloto.
- Por la derecha- dijo Ester - ¡Ah no! Por la izquierda, por la izquierda. Nananana dancing queen ninonaninoninonaaaaaa.
Bailaba también.
- Ahora recto- dijo Ester – no, espera, sí, no, no, ah sí
- Joder- dije- ¿pero sabes ir?
- Que sí tía- contestó indignada- que llevo aquí cuatro años ya
Dancing queen dancing queen.
- Espera- dijo Ester esta vez- que no estoy muy segura….
- Hostia la poli- dije
- Mierda- dijo Sandra
Sandra bajó la ventanilla y preguntó lo más serenamente posible
- ¿Para ir al aeropuerto?
- ¿Al aeropuerto?- dijo el policía – estacione el vehículo
Sandra me miró aguantándose la risa, medio arrepentida medio no.
Ester seguía con su dancing queen de los cojones.
- Joder- dije
- Lo siento- dijo Sandra
- Ya- contesté muy cabreada
- Oiga- dije- tengo que coger un avión…
- Pues ya se puede usted buscar un taxi- fue su respuesta
- ¿Hay alguien que pueda conducir el coche?- preguntó el otro policía
- Sí- dijo Ester desde dentro del coche – yo si que puedo conducir, espere que salgo... vamos que si puedo.
- Ester, calla coño- dijo Sandra
- Usted métase en el vehículo- le dijo uno de los dos agentes de la ley a Ester, que estaba haciendo esfuerzos sobrehumanos para salir del coche
-Pues nada- dije- me voy a coger un taxi. Por cierto, tenéis a los tres tenores en casa, no sé si os acordáis.
- Hostia…- dijo Sandra
Les di un beso a cada una muy seria y paré a un taxi.
- Al aeropuerto-dije secamente
- Vaya- dijo el taxista- qué mala suerte
- Pues sí- dije- y encima tengo que ir sola al aeropuerto sin nadie que me despida, qué triste
- Bueno, puede hablar conmigo hasta que lleguemos y de camino, pues le hago compañía- dijo amablemente
- Me parece buena idea- dije- gracias.
Cuando llegué al aeropuerto ya veía las cosas de otra manera y me reí mucho pensando en el gitano, el sueco y compañía en la casa de Ester tocando la guitarra, el dancing queen, la poli, la mujer del blanco lunar…
Llamé a Sandra por teléfono.
- Niñaaa- me dijo- que lo siento..
- Que no pasa nada joder, sois unas bolingas y punto. ¿Dónde estáis?- pregunté
- Aquí- dijo- en el mismo sitio, con Manolo
- ¿Manolo?
- Sí, el policía. ¿Quieres hablar con él?- preguntó
- Vale, pásamelo
- Buenas noches. ¿Ha llegado ya al aeropuerto?- dijo Manolo
- Buenas noches señor agente. Sí, sí, ya he llegado. No sea muy duro hombre, que estábamos despidiéndonos y se nos ha ido un poco de las manos
- Yo haré lo que pueda- dijo
- Cuídemelas Manolo- dije
- Sí, sí, las chicas están bien
Me volvió a pasar a Sandra
- Oye- dije- qué te han dicho
- Joder, 500€ de multa, 6 puntos, juicio rápido de esos y se lleva el coche la grúa. Tenemos que coger un taxi para ir a casa de Ester y echar a los tres tíos esos. Qué mierda.
Me reí mucho.
Cogí el avión con una sonrisa de oreja a oreja y una borrachera de cabo a rabo.
Al día siguiente llamé a Sandra. Cuando llegaron a casa el gitano se había ido. El sueco se había metido en una cama y el primo del gitano en la otra. El primo se fue y al sueco hubo que echarlo. Al día siguiente fueron a buscar el coche, pagaron la grúa y cada mochuelo a su olivo.
La multa nunca llegó, ni la citación para el juicio, ni desaparecieron los puntos. Al final se portó Manolo.
Texto: Vanesa Pomar
Arte: Miguel SP
Contacto: mailto:vainilla_p@yahoo.es