viernes, 22 de octubre de 2010

Rogelio


Cuando colgué el teléfono cogí algo de ropa, la metí en una mochila y me fui directa a la estación de tren. Tendría que coger 3 trenes y me costaría unas 19 horas llegar allí pero cualquier cosa antes que poner un pie en un avión.
Llegué a la estación, fui a la ventanilla de información y compré los billetes. Bueno, ya está, pensé, en tres cuartos de hora sale el primer tren. Compré algo para el viaje y me senté a esperar. Saqué mi cuaderno de la mochila; quería sacar algo en claro sobre lo que me había dicho Rogelio por teléfono pero, ahora, allí sentada, nada tenía mucho sentido, la verdad. En el fondo no me había dicho nada de nada, así que guardé de nuevo el cuaderno.
Conocí a Rogelio hace muchos años, en un concierto para ser más exactos. Desde ese día Rogelio se convirtió en un elemento importante en mi vida.
Se había ido a vivir a la Bretaña Francesa, a Rennes, hacía un par de años. Seguíamos en contacto pero, claro, la distancia hace su trabajo y la vida sigue para todos. Aún así solía verlo una vez al año por lo menos, cuando él se dejaba caer por aquí.
Llegó el tren, por fin. Me subí, busqué mi asiento y me concentré mucho deseando que nadie se sentara a mi lado todavía. Funcionó. El tren se puso en marcha. Vale, ya está hecho, pensé.
Esa mañana, antes de las siete para ser exactos, el teléfono me había despertado. Era Rogelio
- ¡Rita!, ¡Rita!
- ¿Quién es?- pregunté bastante dormida
- Soy yo Rogelio
- Joder Rogelio- dije- ¿qué hora es?
- Son casi las siete
- Mmmhmm- me quejé
- Oye, despiértate, tienes que venir- dijo
- ¿Venir? A ver, espera, espera, qué pasa
- ¿No tenías vacaciones?- preguntó
- Bueno, sí, más o menos, me han echado del curro…
- Pues tienes que venir a Rennes- insistió
- Pero qué pasa- no entendía nada
- Ahora no tengo tiempo de contarte nada, pero es muy… tienes que venir tú. Apunta la dirección. Cuando llegues llámame y te iré a buscar.
- Bien, bien, espera- dije mientras buscaba un boli
- A ver dime..
Apunté los datos
- Gracias Rita, gracias, sabía que tú vendrías. Un beso.
Y colgó.
Jódete y baila.

Y ahí estaba yo, sentada en un tren camino de Barcelona. Después cogería otro con destino a París, parando en Gerona, Figueres, Limoges, Orleáns y finalmente París Austerlitz, luego tendría que coger otro hacia París Montparnasse y ya el último hasta Rennes. No sé por qué, pero tengo una facilidad innata para embarcarme en viajes sorpresa de este tipo.

Llegué a Barcelona. A las ocho y media de la tarde salió el tren hacia París.


Compartí camarote con una mujer de Orleáns que tenía un hotel allí al cual me invitó, por supuesto y me dio una tarjetita y todo. A las diez más o menos se tomó un pastillazo, ella dijo pastillita, así con acento francés y se quedó seca. Había también otra mujer que a las ocho y treinta y siete se puso el pijama y se metió en la camilla. Lo llamo camilla pero realmente ese nombre le queda grande. Así que mis compañeras de guerra me habían abandonado a mis divagaciones. Se podía fumar. Digo esto porque para un fumador hacer este viaje hoy en día sería impensable, claro. No sé cuántos viajes hice al vagón cafetería pero fueron muchos muchos. Rogelio. Subió la policía en la frontera y, al cabo de una hora y pico se llevó a un par. Decidí meterme en el camarote diminuto e intentar dormir. Llegué a dormirme una hora larga pero acabé en el vagón cafetería otra vez. Rogelio. Cuando empezó a amanecer me fui al pasillo a disfrutar del paisaje. Pasábamos por una zona boscosa y había unos dos palmos de niebla espesa cubriendo todo el suelo. Parecía que los árboles flotaban. Estaba todo gris. Todo tenía aspecto fantasmagórico. Rogelio. La mujer de Orleáns apareció por el pasillo. Al rato el tren paró y se bajó. Me volvió a repetir que si iba por allí que me pasara por su hotel.
El tren fue despertando poco a poco. Empezaba a tener vidilla. Cuando entré otra vez en el camarote, la mujer de las ocho y treinta y siete ya estaba vestida y lavada y peinada. La saludé. Me devolvió el saludo.
El tren llegó más o menos a su hora a la estación de Austerlitz. De allí me fui a la estación de Montparnasse y cogí el último tren.
A las dos horas y media llegué a Rennes y llamé a Rogelio.
Cuando lo vi me costó reconocerlo. Estaba mucho más delgado y no tenía muy buena cara. Parecía 20 años mayor.
- Gracias Rita- fue lo primero que dijo y me dio un abrazo.
- Bueno, me vas a contar qué pasa, porque llevo 20 horas de viaje y aún no sé por qué- le pregunté sonriendo.
Ya en el coche volví a preguntarle.
- Bueno, ¿cómo estás?
- Bien- dijo
- Pareces cansado
- Sí, bueno, un poco.
- Y ¿qué es eso tan importante?- pregunté
No contestó.
- Oye, qué pasa, te recordaba más hablador- dije
- Cuando lleguemos a casa- fue su única respuesta.

Le miré de reojo. Y no dije nada más. Qué raro.

Llegamos a casa de Rogelio. Me indicó dónde estaba mi habitación, me duché, me cambié de ropa y volví rápidamente al salón.

Encontré a Rogelio inmerso en cientos de papeles, fotos, dibujos, apuntes… Me acerqué a la mesa y me senté.
Me miró, se quitó las gafas y empezó a contarme una historia muy rara de cuevas secretas. No daba crédito a lo que estaba escuchando. Cuando acabó la historia nos fuimos a dormir, por la mañana iríamos a la cueva.
Después de pensar un rato, llegué a la conclusión de que mi amigo se había vuelto completamente loco.
Según Rogelio, cuando llegó a Rennes se unió a un grupo que hacía excursiones por los pueblecitos de los alrededores, para conocer gente, dijo. Ya que se dio a los excesos en su juventud pensó que una actividad de este tipo le sentaría bien. A los pocos meses ya estaba harto del “grupo de exploradores” pero le había cogido gusto a las excursiones, así que siguió en solitario. A veces incluso acampaba y se quedaba un par de días por algún monte. En uno de esos fines de semana montañeros descubrió una cueva. Su primer contacto no fue muy fructífero, esas fueron sus palabras. Pero en seguida se dio cuenta de que en esa cueva pasaba algo. Empezó a ir todos los fines de semana, se convirtió en una obsesión.


Nos levantamos temprano, cogimos el coche y fuimos a la susodicha cueva. El acceso era más complicado de lo que había pensado; necesitamos cuerdas y todo.
Cuando llegamos a la entrada un olor nauseabundo me quemó la garganta.
- Luego te acostumbras- dijo Rogelio
- Sí, seguro- contesté como pude.
Me dio una linterna y comenzó a andar.
Pero ¿qué cojones estoy haciendo aquí?, pensé.
Seguí a Rogelio con algo de dificultad.
- Oye- dije – ¿vamos a meternos mucho? Porque no me gusta demasiado…
- Calla…-dijo - ¿has oído?- preguntó
Intenté agudizar el oído pero la verdad, no había oído nada.
- No- respondí
Seguimos andando más despacio. El corazón me latía a toda velocidad.
De repente Rogelio dejó de andar.
- Vamos a esperar aquí un poco- me informó
- ¿Aquí?
Miraba en todas direcciones como si buscase algo. Yo no veía absolutamente nada que quedase fuera del radio de acción de mi linterna. Pero Rogelio parecía no necesitar la suya.
- ¿Tiene que pasar algo?- pregunté – porque a mi avísame, que se me va a salir el corazón por los ojos.
- Confía en mí
- No es que no confíe Rogelio pero es que este sitio no me gusta un pelo, huele mal, tengo frío, no veo nada, creo que estoy pisando bichos continuamente y seguro que llevo la cabeza llena de arañas o cosas peores y no sé qué ha…
Un ruido.
- ¿Has oído?- preguntó – Lo has oído o no- se volvió hacia mi.
- Sí
No me podía mover.
- ¿Qué ha sido eso? –pregunté
- Ven vamos, sígueme- dijo cogiéndome del brazo.
- No. Espera un momento. ¿Qué pasa aquí?- dije
- No lo sé – respondió – Nunca he llegado a verlo, siempre me despierto aquí, donde estamos ahora. Pensé que si venía con otra persona podríamos llegar un poco más lejos.
- ¿Que te despiertas aquí?
- Sí, otras veces que he venido. Me he despertado en el suelo. Y no recuerdo nada. Se oyen ruidos extraños y lo siguiente que sé es que estoy tendido en el suelo, agotado –me contó
- ¿Y cuál se supone que es mi misión?- pregunté
- Ven, vamos a seguir un poco más- dijo
- Mira- dije – te sigo sólo porque no sé cómo se sale de aquí
Andando, andando llegamos a una parte de la cueva un poco más amplia.
- Nunca había llegado hasta aquí
- Bueno, y ahora qué –pregunté
-¡¿Has visto eso?! –exclamó
Me di la vuelta asustada.
- ¿Hola?- gritó Rogelio
- No, hola no, no me jodas, aquí no hay nadie- dije asustada
- Sí, algo ha pasado por allí detrás
- Será un animal- dije
-Era grande- dijo
-Pues un animal grande. Además ¿qué intentas encontrar aquí dentro?- pregunté nerviosa
De repente la cara de Rogelio cambió de expresión; no veía bien pero hasta sus ojos parecían distintos. Me asusté. Comenzó a balbucear algo incomprensible.
- Rogelio ¿estás bien?- dije cogiéndole el brazo. Estaba rígido.
Le sacudí un poco pero estaba completamente ausente.
- Vámonos de aquí, venga, salgamos- dije decidida. Pero Rogelio no reaccionaba.
Él seguía allí de pie, sin moverse. Se dio la vuelta y se quedó frente a mi. Un escalofrío me recorrió de los pies a la cabeza. Se acercó poco a poco, yo iba retrocediendo poco a poco. Se quedó a tres dedos de mi cara y entonces abrió la boca de manera grotesca y el grito más horrible que haya podido escuchar en mi vida llenó aquella fría cueva de horror. Era un grito interminable y doloroso. Su cara estaba desencajada. Yo estaba al borde de un ataque cardiaco. Empezó a tener convulsiones muy violentas, se tiró al suelo. Gritaba, se retorcía. Yo no sabía que hacer y empecé a llorar y a gritar y a pedir auxilio. No quería ni acercarme a Rogelio, estaba aterrada. Él seguía presa de lo que fuera, lo llamé por su nombre muchas veces. Se levantó y mirándome empezó a cantar una especie de himno en un idioma incomprensible. Lo peor fue que oí cómo alguien respondía a su canto. Seguí gritando aún más fuerte y el pánico se apoderó de mí por completo. Le dije que me iba a ir de allí, que teníamos que salir de esa puta cueva, pero él parecía estar en otra parte. Le rogué que viniera conmigo, que no se quedase allí. Pero todo fue inútil. Estaré fuera, le dije. Te espero fuera, le repetí.
Llena de dudas y remordimientos por dejar allí a Rogelio logré al rato dar con la salida de la cueva. Estaba temblando, además llovía. Todavía no tenía muy claro qué es lo que había pasado allí dentro. No sabía dónde estaba, ni siquiera recordaba dónde habíamos dejado el coche. Me puse a andar.



Me desperté en un hospital. Me di un susto de muerte hasta que empecé a recordar todo. –Rogelio- dije e hice ademán de levantarme de la cama.
Una enfermera entró al instante y me indicó con señas que no me moviera. Empezó a hablar con otra en francés, llamaron a alguien por teléfono y al rato llegó una tercera enfermera que hablaba español.
- Buenos días- dijo -¿Cómo se encuentra?
- ¿Qué ha pasado? ¿Y Rogelio?- pregunté
- Lleva 4 días en coma. La encontraron por el bosque empapada y con la ropa destrozada. La trajeron aquí
-¿Quién me encontró?
- Una familia
- ¿Y Rogelio?- pregunté
- No había nadie más con usted
- Pero Rogelio se quedó en la cueva- dije nerviosa
- Cuando llegó al hospital dijo algo de una cueva. Enviaron a la policía a que rastreara la zona pero no encontraron nada.
Empecé a llorar.
- Estábamos en una cueva…- sollocé
- Oiga, puede ser debido al golpe..
- ¿Qué golpe?
- Lleva un buen golpe en la cabeza. Debe quedarse unos días más en el hospital. ¿Tiene familia aquí o algún conocido?
- Rogelio- dije
Me hicieron muchas preguntas y muchas pruebas. Vino la policía incluso. Nadie sabía nada de ninguna cueva y tampoco habían denunciado la desaparición de ningún Rogelio.
Cuando pude salir del hospital cogí un taxi y me dirigí a casa de Rogelio. Nadie abrió la puerta. Intenté, haciendo un esfuerzo de memoria sobrehumano para mi, recordar el camino que habíamos seguido para ir a la cueva. Alquilé un coche y busqué durante dos días, pero fue inútil. Volví a casa de Rogelio otras muchas veces, llamé por teléfono, incluso le envié cartas. No volví a tener noticias suyas.

Texto: Vanesa Pomar
Arte: Miguel SP
   




2 comentarios:

  1. 3 relatos, ¡esto hay que celebrarlo!, vino, cava, un buen cocido con garbanzos, tocino, zanahoria, nabo, patata, chorizo, carne, morcilla,....algo que me haga tener buen sueño para la siesta. ¿Estás yá preparando el cuarto relato de la tribu?. Tengo un montón de dibujos esperando textos con quien casarse, mientras tanto, que tenga Rita un buen viaje de vuelta.

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  2. Gracias.... sí, el cuarto relato de la tribu está ya a punto de caramelo...está esperando un buen dibujo que le acompañe... la celebración a las 300..

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